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Ser mujer en el Chile de hoy

¿Qué significa ser mujer en el Chile de hoy ? Un cuestionamiento natural en un nuevo 8 de marzo, día en que se conmemora internacionalmente a la mujer. Mucho más que una celebración, es un espacio para reflexionar respecto a las diferencias de género en nuestra sociedad, sobre cuánto hemos avanzado por construir espacios más igualitarios, y cuánto camino nos queda aún por recorrer.
La fecha sin duda vuelve a actualizar las preguntas respecto a qué exactamente significa ser mujer en nuestra cultura hoy, y cómo es que ese imaginario colectivo todavía puede ser fuente de sufrimientos, abusos e injusticias. En pleno siglo XXI, en tiempos de grandes conquistas femeninas, aún siguen existiendo en nuestra cultura aspectos de la identidad femenina fuertemente ligadas a las nociones de sacrificio y de auto-negación. Así lo plantea Camilo Barrionuevo, Coordinador Académico y Docente del “Diplomado Acompañamiento en Situaciones de Trauma”, en Universidad del Pacífico.
El psicoterapeuta, Camilo Barrionuevo, experto en el campo de los estudios del trauma, indica que en nuestra sociedad la identidad de lo femenino está fuertemente ligada a la idea de que son las mujeres las que fundamentalmente tienen que cuidar a los demás, estar al servicio de los otros. “Las mujeres son las que atienden a los enfermos, las que visitan en las cárceles, las que se hacen cargo de nuestros abuelos cuando están muy viejos, y las que fundamentalmente renuncian de forma considerable a su camino personal y profesional por las brutales demandas que implica la crianza de los hijos. Ser mujer parece que significa muy fuertemente estar en un rol de constante renuncia, de constante ´poner a los otros primero´ por sobre el desarrollo o las necesidades  personales, un aspecto en que -en general. a los hombres se nos forma en su sentido precisamente opuesto”, señala.
En el caso de nuestra cultura hay una fuerte influencia de una corriente dentro del cristianismo, que además carga con prejuicios y visiones machistas que acentúan discursos en torno al sacrificio y a la auto-renuncia. “Para muchas mujeres, ser cristianas significa ser humildes y serviles, significa aceptar injusticias y abusos en post de una visión romantizada del sacrificio y el sufrimiento. Si Jesús murió el cruz ´por todos nosotros y en obediencia al padre´, debo yo así también, “negarme a mí misma´ y seguir dicho ejemplo. Hasta hace no mucho tiempo atrás era común escuchar a agentes pastorales dar consejos a mujeres que estaban atravesando complejas situaciones de violencia intrafamiliar y/o infidelidad, en los que se les recomendaba, que debían aprender a “tomar su cruz” y abrazar ese sufrimiento para sacrificarse en post de sus hijos y familia”, detalla el profesional.
No se está afirmando que todo sacrificio o renuncia tenga en su base problemas de traumas tempranos o que sea algo patológico en sí mismo. “Lo que si estoy afirmando es que para que alguien pueda tomar una decisión de hacer un sacrificio respecto a una situación determinada, debe tener la libertad interior de aceptar o rechazar dicho acto. Es decir, si una persona siempre está sacrificándose, motivada por sus traumas y heridas tempranas, ahí no hay decisión ni libertad alguna. Hay un proceso automático inconsciente motivado por sus traumas vinculares. Debo tener la libertad interior de poder decir que no, para luego evaluar cuál será mi respuesta personal ante lo que estoy enfrentando como persona”, explica.
Por otro lado, el psicólogo plantea que en el caso del mundo de la creciente espiritualidad de origen oriental, como es la budista y en mujeres que participan de prácticas cercanas al mundo de la así llamada Nueva Era, ha observado un fenómeno similar. “Muchas veces aquí nos encontramos con discursos espirituales que llaman a ´liberarse´ o ´trascender el ego´, teniendo una postura compasiva y amorosa con el prójimo, y donde existen a la base también fuertes dolores personales no resueltos que impelen a tomar esta actitud servicial, de sacrificio y de auto-renuncia. Este mecanismo lo observó el psicólogo estadounidense John Welwood y lo llamó ´bypass espiritual´. Con dicho concepto quiere hacer alusión justamente al proceso que estamos describiendo aquí: cómo a veces los discursos espirituales pueden ser usados para tapar o bypasear problemas de índole psicológico o adaptativo”, enfatiza.
Las mujeres deben avanzar en pensar nuevas formas de construir las identidades sociales que comparten, donde el sacrificio y la auto renuncia no sea un atributo que solo se le exige a la mitad de la población. “Más aún, debemos ayudar a crear consciencia que detrás de estos aspectos de identidad femeninos compartidos suelen encontrarse dolorosas experiencias vitales e, incluso traumas tempranos, de los cuales se es  inconsciente y que empujan a comportarse de esta forma abnegada y servicial. En ese sentido, una mayor capacidad para la auto-compasión real, que permita a las mujeres atender sus necesidades personales, no nos debiera conducir a una sociedad más egoísta y auto-centrada, sino a una donde sus miembros puedan desarrollar la capacidad de autocuidado y auto-compasión auténticas, único lugar desde el cual puede nacer un verdadero y trascendental amor y cuidado al prójimo. Ciertamente, las prácticas y narrativas espirituales también tienen un lugar en dicho camino y pueden constituirse como poderosas herramientas de cambio y transformación para todos nosotros”, finaliza el psicoterapeuta Camilo Barrionuevo.
Diplomado “Acompañamiento en situaciones de trauma. Un abordaje desde la psicología junguiana y la espiritualidad”
 

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