Estudiamos la historia de la humanidad y la escribimos a diario en tiempo presente. Sin embargo, no somos conscientes de ello hasta que nuestra existencia es zamarreada por un evento que trastoca radical y definitivamente lo conocido. Las guerras lo han hecho muchas veces. Las pandemias, también… hoy, el mundo cambió.
COVID-19, un virus, con forma y nombre de corona, se ha instalado a gobernar tiránicamente, torciéndole la mano a la humanidad que se sabía superior y capaz de controlar todo. Amparándose en la ciencia y en otros juegos e ilusiones, hubo un tiempo en que creyó en la inmortalidad. La enfermedad y la muerte le ganó a la ciencia y a la medicina, mostrando lo frágiles y mortales que somos.
Lo que estamos viviendo nos conecta directamente con una de las angustias fundamentales del ser humano: la muerte. La realidad y posibilidad de morir, algo común a todo ser humano sin importar su condición, procedencia, color de piel, clase social ni ideología. Es casi lo medular de lo que nos hace humanos: saber que todos somos igualmente inmortales. ¿Será por lo que gran parte de la humanidad y de la cultura se dedica a rechazar, negar e incluso intenta ganarle a la muerte? En este contexto, debemos preguntarnos por la forma en que cada uno vive esta violenta crisis mundial en lo personal. Es necesario escucharse y observar los procesos internos, sin descuidar a las personas cercanas que también lo están pasando mal. No olvidemos oír de otras formas a los niños, que no tienen el lenguaje adulto para expresar lo que sienten.
Enfermedad, muerte, encierro, aislamiento, pérdida de trabajo; incertidumbre e inestabilidad. Cambios radicales en nuestras vidas y de los planes que teníamos. Cada persona vive las experiencias de forma única; sin embargo, se trata de situaciones que ponen al límite las respuestas psicológicas y emocionales. Por tanto, es altamente probable que provoquen ansiedad en adultos, niños y jóvenes. Por lo general, los estados ansiosos se acompañan de experiencias físicas y/o fisiológicas desagradables: aceleración cardiaca, sudoración; sensación de ahogo, dificultad para respirar, llanto, entre otras. La vivencia física de malestar se acompaña de pensamientos negativos y catastróficos, seamos o no conscientes de ellos. Identificando los pensamientos que tenemos es más probable reducir el malestar corporal. La mayoría de las veces, los pensamientos tienen que ver con el futuro, un futuro negro, terrible, donde incluso se puede pensar en la propia muerte o en la de otros. Los pensamientos recorren caminos dramáticos, que no siempre tienen relación con el momento presente. Detener el miedo cambiando nuestros pensamientos negativos es una estrategia que seguro nos ayudará a vivir mejor cada día. No se trata de negar la realidad, sino de comprenderla, darle un sentido personal y constructivo, dentro de las dificultades que cada uno tenga.
Antes de tomar cualquier medida para ayudarse a uno mismo o pedir ayuda, es recomendable observar cómo nos estamos sintiendo y se sienten las personas cercanas a nosotros. Ser compasivos y comprender las conductas y reacciones propias, como de las personas con las que convivimos, porque es probable que ellos también lo estén pasando muy mal, aunque no tengan una forma de expresarlo que nosotros podamos comprender (tanto adultos como niños).
Es fundamental pedir ayuda cuando sintamos un malestar que nos está provocando grandes momentos de sufrimiento psicológico y emocional. La ayuda puede estar en personas cercanas y también en profesionales de la salud mental. Hay momentos en lo que es indispensable buscar especialistas. Actualmente, psicólogos, psiquiatras, arteterapuetas y otros profesionales de la salud estamos con atenciones online o telefónicas.
Si sentimos que podemos manejar nuestros estados emocionales, recuerden preguntarse: ¿Cómo me siento en este momento? ¿Tengo lo que necesito? ¿Estoy bien de salud? ¿Tengo algún problema real en este momento? Así contrastamos la tragedia futura imaginada con una situación actual, que muchas veces no tiene relación con la ficción que hemos creado y que nos está provocando más sufrimiento.
El mundo cambió. Es inevitable que cambie algo en cada uno de nosotros. Lo importante es cuidar estos procesos para que no nos desarmen psicológicamente ¿Podemos cuidarnos psicológicamente? ¿Aceptamos nuestros miedos y fragilidades? ¿Sabemos pedir ayuda?