Y lo que nos queda de la frase es “llegó marzo”, nada de “atención”, que es lo que menos sostenemos al final del día.
Porque dije: “¡Atención!”. Le dije a ella que llegó marzo. Ella circula en nuestra mente durante el día, va y viene, pasa.
Elijo quedarme en la atención y no en lo que cada año sabemos que nos trae marzo. Además, de lo que ahora no sabemos que traerá. En mirar de otra forma un proceso mental, en lugar de volver al peso de las certidumbres e incertidumbres con las que miramos el futuro.
Conocemos la vuelta al colegio desde pequeños; el inicio del año escolar dibujando las vacaciones, clásica actividad de sala de clases. Un rompe hielo, un rito -no lo sé-, pero siempre se dibuja o escribe sobre el verano y las vacaciones. También es lo que comentamos al volver al trabajo; sin embargo, no tenemos idea de nuestra atención. Nunca nos dijeron “dibuja tu atención”.
¿Sabemos lo que trae nuestra atención? ¿La conocemos? ¿Nos enseñan desde niños a conocerla? ¿Investigamos nuestros procesos mentales? A diario dejamos funciones mentales fuera de nuestras experiencias, desconociendo lo valiosas que son.
No es mala idea tener una cita con nuestra propia atención, ojalá hacerla compañera y consejera para toda la vida. Yo ya la hice mi nueva amiga.
He seguido mis propios procesos de atención, con la observación de procesos mentales. El juego es poner a lo lejos lo que pasa en nuestra mente, como en una pantalla, pero no de esas que nos distraen todo el día. Esta es una pantalla que permite la autopercepción. En la pantalla aparece la atención, en el momento justo de adoptar una actitud consciente, me lleva a focalizarme en una experiencia u objeto, dejando lejos todos los otros estímulos del ambiente. Ella es protagonista y me lleva a lo esencial de ese momento, a elegir en lo que pondré todos mis sentidos (vista, oído, olfato, tacto y gusto). En una experiencia presente y consciente, la atención me recuerda el aquí y ahora, no las fantasías ni los miedos futuros, “¡ahora!” – me grita – con un llamado a no perderme en otros procesos mentales y estímulos externos. Veo una película en la que mis procesos mentales quieren tomar varios caminos, como un guion de David Lynch, y atención corre detrás de ellos para ponerlos en el lugar que necesitan estar en ese momento. Resguardando el presente, siempre la experiencia actual, incluso con todo el cuerpo y la respiración.
Curiosamente, mi encuentro real con la atención no fue en los estudios de psicología ni en mi terapia personal. La comprensión real de la atención la tuve practicando deportes, en especial en mi formación en pilates. Pero también con experiencias de mindfulness. La meditación tiene mucho que aportar sobre la vivencia de la atención. Incluso, estudiando historia del arte me encontré sumergida en la experiencia de la atención. Observar supone estar atentos. Cualquier uso de nuestros sentidos en diferentes experiencias supone estar atentos para potenciar la experiencia. Si atendemos a la olvidada atención, probablemente podamos cambiar muchos aspectos de nuestra vida cotidiana.
Bienvenido marzo, que la atención nos acompañe.
Por: Daniela Besa Torrealba
Psicóloga – Arteterapeuta – Investigadora