El individualismo exacerbado, inducido por el exitismo y una felicidad basada en lo material, ha generado que los padres olviden la importancia de educar buenos seres humanos. Así las cosas, el discurso de tener “niños buenos”, que fue la base de nuestros padres, parece pasado de moda, pese a que estuvo plenamente vigente hace solo unas décadas.
Hoy de modo inconsciente o intencional, los papás están educando hijos para el éxito a como dé lugar, y muchos colegios “especialmente los denominados de elite” (ver estudio http://www.emol.com/noticias/Nacional/2016/10/20/827223/Estudio-desvela-a-los-colegios-de-elite-en-Chile-Dan-formacion-gerencial-y-promueven-la-competencia-entre-sus-alumnos.html) se encargan de reforzar esa visión, fomentando la competencia entre pares, más que un sentido de comunidad.
Pero esta no es sólo una realidad de la sociedad chilena, sino que también se evidencia enotros países occidentales, como Estados Unidos. Expertos de la Universidad de Harvard entrevistaron a 10 mil estudiantes, entre 13 y 19 años, de diversos colegios y la mayoría de los encuestados afirmó que el éxito personal (los logros académicos o la felicidad individual) son más relevantes que preocuparse por el otro.
A la hora de ser consultados sobre valores como, la justicia o la amabilidad, señalaron que son mucho menos importantes que “trabajar duro”. En opinión de los psicólogos y pedagogos responsables de la iniciativa, este estudio demostró un claro fracaso educativo: “Los valores de nuestra juventud se han torcido, y probablemente los mensajes que están dando los padres sean la raíz del problema”, explicaron.
Fueron estas conclusiones las que motivaron al equipo de Making Caring Common, perteneciente a la Escuela de Educación de la Universidad de Harvard a desarrollar recursos que contribuyan a educar niños preocupados por el bienestar de sus pares.
Con el objetivo de ayudar a padres y docentes a construir mejores personas, los investigadores de Harvard generaron una pauta para criar niños con un sentido más elevado de la solidaridad y amabilidad. Acá les indicamos 5 aspectos clave.
Convertir el cuidado de otro en prioridad
Los padres suelen poner en primer lugar los logros y la felicidad de sus hijos. Sin embargo, los niños necesitan aprender a equilibrar sus necesidades con las de otras personas, así desarrollan la empatía y solidaridad, dos valores esenciales en una comunidad. Para que incorporen estos valores se debe generar expectativas éticas por parte de los padres y de su comunidad, como por ejemplo exigir que cumplan sus compromisos, incluso si se eso los hace infelices por un rato.
Hacer que los niños practiquen la amabilidad. Los pequeños necesitan vivenciar el cuidado de los demás y expresar gratitud por aquellos que se preocupan por ellos. Las investigaciones indican que las personas que tienen el hábito de expresar gratitud son más proclives a ser útiles, generosas, compasivas y piadosas. Aprender a ser amable es como aprender a andar en bicicleta; no se olvida. La repetición diaria, como por ejemplo ayudar a un compañero con la tarea despierta su naturaleza solidaria. Y en eso los docentes pueden ayudar mucho.
Ampliar el grupo de interés de los pequeños. Casi todos los niños se preocupan por el estrecho círculo que forman sus familias y amistades. El desafío es que los hijos o alumnos se interesen también por personas fuera de ese grupo, como el nuevo de la clase o alguien que no habla su idioma. Sólo a través de este foco, los niños podrán darse cuenta de la existencia de personas que normalmente pasan desapercibidas, y que precisamente son las que necesitan más ayuda.
Los adultos deben ser un claro modelo de conducta moral. Todos los adultos son modelos para los niños: lo que nosotros hagamos lo harán ellos también. Si queremos una sociedad con jóvenes amables y solidarios, nosotros también debemos serlo. Los niños aprenden los valores éticos observando las acciones de los adultos que ellos respetan. También aprenden los valores de pensamiento a través de dilemas éticos que pueden discutir con los adultos, por ejemplo, “¿Debo invitar a un nuevo compañero a mi cumpleaños, aunque a mi mejor amigo no le agrada?
Guiar a los niños en el manejo de las emociones. Los pequeños deben aprender que las emociones forman parte de la naturaleza humana, pero que algunas formas de lidiar con ellas no son adecuadas. Hay que enseñarles, por ejemplo, que la rabia y la frustración se pueden controlar. Coméntele incluso que puede respirar y contar hasta 5 si es necesario para recuperar la calma y el autocontrol. Desde su más tierna infancia los niños son filósofos morales y constantemente se plantean dilemas éticos. Sólo hay que guiarlos para que aprendan a manejar esos sentimientos y emociones. Así entenderán prontamente cuáles son sus responsabilidades respecto a los demás y ellos mismos.
Más información en http://mcc.gse.harvard.edu