Alteraciones hormonales, cambios metabólicos, dificultades de movimiento y los trastornos del sueño se relacionan con la obesidad. La neuróloga Evelyn Benavides y la médico nutriólogo Erika Albetman, ambas de Clínica Bupa Santiago, nos explican esta relación en detalle y qué recomiendan para mejorar la calidad de vida.
Ronquidos, pausas respiratorias e insomnio son algunos de los trastornos del sueño que pueden presentar las personas con obesidad. Más allá de lo incómodos que puedan ser, se trata de alteraciones del descanso que generalmente provocan otras complicaciones, por lo que es clave atenderlas a tiempo.
“En primer lugar, es importante entender que la mala calidad de sueño se asocia a la obesidad porque mientras dormimos, nuestro cuerpo secreta hormonas que influyen en la mantención del peso corporal, como la insulina y la hormona tiroidea. Por lo tanto, si se afectan nuestros horarios de sueño y vigilia, también se altera la producción de estas hormonas, favoreciendo la ganancia de peso”, explica la doctora Evelyn Benavides, neuróloga del Centro del Sueño de Clínica Bupa Santiago.
De hecho, según explica la médico nutriólogo Erika Albetman, las personas aumentan su riesgo de obesidad hasta un 15% por cada hora menos de sueño, en comparación con quienes duermen entre 7 y 8 horas. “Esto puede deberse a los cambios metabólicos que se producen en nuestro cuerpo cuando dormimos menos horas, modificaciones del ciclo circadiano y otras causales que aún se estudian”, señala la especialista.
Si no se tratan, los trastornos del sueño pueden aumentar el riesgo de desarrollar otras patologías, como hipertensión, diabetes, infartos al miocardio y ACV. “Los problemas de sueño en personas con exceso de peso también se explican por una dificultad para moverse en la noche, con disminución del intercambio gaseoso pulmonar”, dice la doctora Benavides.
De acuerdo a lo que explica Erika Albetman, la obesidad puede provocar sueño de mala calidad, con múltiples despertares durante la noche, estimulando que los pacientes se levanten con una sensación de no haber descansado y estén somnolientos en el día y, por lo tanto, sin ganas de realizar actividad física o con un bajo rendimiento en las actividades del día. “Por otro lado, los despertares nocturnos pueden acompañarse de trastornos de la conducta alimentaria como, comedor nocturno, entre otros”, asegura.
Detección y cambios de vida
En caso de apneas o ronquidos persistentes, las especialistas aseguran que es importante consultar. “Hay que estar atentos a síntomas como disminución de memoria, irritabilidad, baja de la libido y aumento de peso a pesar de seguir las indicaciones nutricionales. La salud debe contemplar todos los ámbitos de nuestra vida y, en este sentido, el descanso y la nutrición son puntos axiales. Una persona que duerme bien y que mantiene un buen estado nutricional será una persona más sana con un mejor desarrollo de sus actividades diurnas pero, además, con una menor probabilidad de desarrollo de enfermedad cardiovascular”, señalan las expertas.
Finalmente, las especialistas subrayan la relevancia de mantener hábitos de sueño y alimentación saludables, con horarios definidos de vigilia y sueño, evitando el consumo de alcohol en la noche, y las pantallas al menos dos horas antes de dormir, privilegiando la actividad física matinal, así como la exposición a la luz solar. “El estilo de vida actual nos hace correr y dejar de lado nuestro propio cuidado, pero nunca es tarde para comenzar a cuidarse”, finalizan.